ANTIKARIA, LA ANTEQUERA ROMANA

ANTEQUERA

Me tenéis que perdonar, pero en este artículo no soy demasiado objetiva, pues Antequera es mi ciudad de nacimiento, así que llevo en mis genes un poquito de los romanos que en ella vivieron.

La comarca de Antequera se enclava en el corazón geográfico de Andalucía, abierta al este y al oeste por las rutas que transitan a favor del cordón de las depresiones interiores. La situación privilegiada de penetración natural desde la costa hacia el interior a través del paso de las Pedrizas y del Puerto de las Fresneda ha facilitado la presencia poblacional así como su desarrollo agropecuario desde la antigüedad, quedando emplazada en un lugar de importante interés estratégico que controla visualmente los pasos montañosos. Asimismo, la cercanía de los cursos fluviales explica el número de yacimientos conocidos en su cercanía. El desarrollo del proceso de romanización, tanto en el alto como en el bajo imperio, es una etapa plenamente constatada a través de una serie de yacimientos.

ANTES DE ANTIKARIA


La geografía ha sido clave para entender la trayectoria de la historia de Antequera. Todos los pueblos que la han habitado han dependido de un medio físico generoso. Desde los pueblos cazadores que lo hicieron en la Edad del Bronce (casi 2.500 años antes de Cristo, a las comunidades ibéricas que un milenio más tarde se convirtieron en los primeros agricultores de la Vega y también en los primeros que habitaron el cerro del Castillo. Se tiene constancia de que Antikaria es una evolución de este poblamiento ibérico, del que quedan restos de una fortaleza. Desde el siglo VIII a.C. existe una población ininterrumpida en la zona. Los primeros restos romanos datan del siglo I, atestiguados por muchas tipologías sobre todo de carácter constructivo como son las termas de la ciudad, donde estaba situado el foro. La mayor parte de la información que tenemos son inscripciones.

LA CONQUISTA ROMANA DE ANDALUCÍA

Roma entró en contacto con tierras andaluzas a fines del siglo III a.C., como uno de los episodios militares de la Segunda Guerra Púnica. Con el fin de la batalla de Ilipa y la caída de Gadir, Roma decidió incorporar estas tierras a sus dominios. Al término de la guerra, Roma comenzará (como habían venido haciendo los cartagineses) la explotación del territorio, especialmente sus minas.

Desde los primeros momentos de la conquista y después de la creación oficial de la provincia en 197 a.C., el territorio contará con ciudades de distinta condición jurídica. El establecimiento en esas ciudades de numerosos grupos itálicos, tuvo, como principal efecto, una nueva manera de entender la vida urbana, en la que predominará lo romano sobre la tradición anterior, sin que ello signifique que no se mantengan vivos muchos aspectos de lo indígena. Las transformaciones en las ciudades ya existentes supusieron reformas y adaptaciones para los nuevos usos, con mejoras en sus recintos amurallados, aplicaciones de espacios, regularización de algunos tramos, todo aquello de lo que las ciudades indígenas carecían. A los núcleos urbanos preexistentes hubo de dotárseles de todo aquello que era necesario en la vida ciudadana para cubrir las necesidades de las nuevas formas civiles, políticas y religiosas obligadas por los modos y costumbres romanos.

En las nuevas fundaciones, evidentemente, todo aquello habría de aparecer ex novo, como fundaciones romanas que eran.       
En el siglo XIX, el epigrafista alemán Emil Hübner, es el que demuestra epigráficamente que existe una Antequera romana. Hasta entonces, la historiografía consideraba que el origen de esta Antequera romana era Singilia Barba. 

Singilia Barba fue un municipio importante de la época. Los expertos dicen que tuvo más importancia que la propia Antikaria por la extensión de sus dominios. En toda Hispania romana se conocen nueve circos, uno de ellos estaba en Singilia Barba. 

Por lo que respecta a Antequera  (Antikaria romana), su máximo apogeo como núcleo urbano corresponde al siglo I d.C., coincidiendo con la expansión generalizada de las ciudades hispanas durante el reinado de Augusto. No obstante, la presencia romana en la zona es muy anterior, desde el siglo II a.C. Hay escasos documentos de los autores clásicos que citen a la ciudad, pero sí datos epigráficos de gran importancia donde aparece con la categoría de municipium. Parece claro que su ubicación en un nudo de comunicaciones y su riqueza agrícola le conferían una notable importancia en la provincia romana de la Bética. Antikaria estaba comunicada con Malaca, Corduba e Hispalis a través de distintos ramales de la Vía Augusta.

El núcleo urbano de Antikaria se localiza en el Cerro del Castillo, donde se han excavado las termas, construidas en el siglo I d.C. y remodeladas dos siglos más tarde, destacando en la parte central un magnífico mosaico que representa a Oceanus. También se han encontrado restos de obras hidráulicas muy cerca, en las proximidades de la alcazaba.

LOS RESTOS ROMANOS DE ANTIKARIA

La colección arqueológica, que forma parte de la exposición permanente del Museo de la Ciudad de Antequera, tiene su origen en restos epigráficos y escultóricos que se exhibían en el denominado arco de los Gigantes, o puerta de Hércules, construcción municipal de 1585, acorde con el gusto renacentista por el coleccionismo, donde se mostraba el pasado clásico de la ciudad. En él se exhibían piezas arqueológicas procedentes de los municipios latinos de la propia ciudad y de su entorno (Anticaria, Singilia Barba, Oscua, Aratispi y Nescania).

VIDA COTIDIANA EN ANTIKARIA

Las grandes culturas de la Antigüedad, y entre ellas la grecorromana, eran un mundo  esencialmente urbano. Roma controlaba férreamente algunas cuestiones, pero era muy liberal permitiendo a cada una de ellas administrar sus propios territorios. Las ciudades tenían una especie de Constitución propia, que regulaba muchos aspectos de la vida urbana, y que se escribía y exponía en lugares públicos, en grandes tablas de bronce. Aunque habría muchas fórmulas, es habitual que estuviesen gobernadas por un consejo local (senado, curia…), una serie de magistrados electos y con poder temporal (duunviros, ediles, cuestores…), por lo general cargos anuales, y una asamblea popular.

La vida cotidiana de un romano de Antikaria era igual que en la de cualquier habitante de las provincias del Imperio. En ella se harán trabajos relacionados con el campo y la ganadería, pero también los propios de la ciudad.

LA FAMILIA estaría formada por el pater, la mater familias y los hijos. Lo primero que harían al levantarse por la mañana serían unos rituales de salutación a los lares (los dioses del hogar) para que los protegieran. Después del desayuno, el hombre recibiría a sus clientes y amigos en su despacho (oecus) y la mujer hacía tareas del hogar, iba al mercado, se ocupaba de los esclavos e incluso tenía su propio negocio; puesto que las mujeres tenían derecho a poseer su propio establecimiento en la ciudad, sin tener que depender de su marido y esto era igual tanto para patricios como para plebeyos.

El patricio, si ocupaba una magistratura, iría a la curia local, que estaría dirigida por un  decurión y acudiría al templo a dar una ofrenda o se reunía frente al templo, pues allí, tanto plebeyos como patricios, asistían a presenciar un sacrificio.

La vida cotidiana de una familia plebeya era similar a la de un patricio, con la diferencia de que su lugar de trabajo era el campo, que podía ser de su propiedad, o bien ser un artesano, comerciante, un trabajador de las termas, un sacerdote o ayudante de sacerdote.

Una familia plebeya viviría en casas modestas que en esta zona de provincia, a diferencia de las de la gran ciudad de Roma, lo más probable es que no fueran pisos o ínsulas, sino casas bajas donde vivía la unidad familiar  

Sus gentes se vistieron, calzaron, peinaron y adornaron a la romana. Antikaria es, en definitiva, una ciudad donde se piensa, se vive a la romana y que intenta emular a la gran capital: Roma.

TERMAS

El paso por las termas se convirtió en una exigencia diaria que regulaba el ritmo vital de las jornadas vespertinas de los romanos. Sobre las cinco de la tarde, todos los romanos, sin importar la clase o estatus social, abandonaban sus quehaceres y acudían al unísono hacia las magníficas y esplendorosas estancias reservadas para la higiene y el placer del cuerpo y el espíritu. Hombres y mujeres por igual, acudían en busca del baño en sus distintas modalidades. La salud y la higiene se aliaban con toda clase de placeres en ese espacio. La asistencia a las termas estaba al alcance de todos, incluidos los más pobres; ya que, o bien eran gratuitos, financiados por tanto por los respectivos emperadores o había que pagar  un precio insignificante y simbólico.

A partir del año 1988, las termas de Santa María son la primera prueba fehaciente de la existencia de la Antequera Romana en esta zona. Son termas con unas dimensiones importantes que ocupaban desde la Plaza de los Escribanos hasta la actual calle Niña de Antequera

Se trata de unas termas de época romana que estuvieron en funcionamiento desde la segunda mitad del siglo I. d.c. hasta bien entrado el siglo V d. c., sufriendo una reestructuración y reparaciones importantes en el siglo III. En las estructuras pueden apreciarse los distintos ambientes termales característicos del mundo romano: piscinas de agua fría, templada y caliente: frigidarium, tepidarium y caldorium.

En el sector central se aprecia una gran piscina de agua fría o natatio, con bancos adosados en las paredes que en su momento estuvo totalmente recubierta de mármol y pilastras adosadas con decoraciones vegetales, junto a ella aparece un gran mosaico central. El tema central lo constituye un bello ejemplo de representación mitológica: un busto de “Occanus”, divinidad acuática que aparece con todos sus atributos “pinzas y patas de cangrejo”, rodeado de temas geométricos,

Continuando hacia el este nos encontramos con una gran habitación que los arqueólogos han interpretado como los vestuarios. Al Norte se ubican los espacios de agua caliente y templada y los colectores de las termas.

MUNDO FUNERARIO

En Antikaria, con independencia de algunos espacios funerarios tardorromanos, se conocen los conjuntos de San Juan y de La Quinta. En el entorno más inmediato de Singilia Barba han sido intervenidas hasta el momento, la necrópolis de Las Maravillas, en la que fue recuperado el monumento funerario de Acilia Plecusa, y también la del arroyo Villata relacionada con un importante poblado de características indeterminadas, aún sin excavar.

ACILIA PLECUSA Se trata de un monumento de 10,5 x 8,64 m construido todo él en opus quadratum (sistema constructivo de la antigua Roma), con cubierta abovedada, dos bancos interiores y seis loculi (nichos funerarios) para cremaciones, que, sin embargo, acabó siendo amortizado como tumba individual de inhumación en sarcófago de mármol al servicio de Acilia Plaecusa, perteneciente a la importante familia de los Acilii, perfectamente documentada en Singilia Barba. Sirve para ratificar que este tipo de enterramientos estaban al servicio de las grandes familias locales, ya perfectamente romanizadas, que encuentran en ellas un elemento más de prestigio y clara afirmación de su identidad como ciudadanos romanos de pleno derecho.

El monumento es de la segunda mitad del siglo II d. C. En el centro se sitúa el sarcófago marmóreo en el que se inhumó Acilia Plaecusa y el ara funeraria que la identifica.

Los orígenes de Acilia Plecusa no pueden ser más humildes, ya que era hija de un matrimonio de esclavos propiedad de Manio Acilio Frontón, un caballero romano que, a la sazón, se había convertido en uno de los miembros más destacados de la sociedad local de Singilia Barba. Perteneciente a la poderosa familia de los Acilios -muy bien considerada en las elites sociales, económicas y políticas de toda la provincia de la Bética-, Manio Acilio Frontón llegó a alcanzar la magistratura de prefecto de ingenieros. Como era frecuente en las relaciones entre amos y esclavos, Manio Acilio Frontón engendró un hijo en la joven Acilia Plecusa.

Según las disposiciones legales de la época,  lo más usual era que los amos concedieran la libertad a las esclavas que habían dejado embarazadas. Así lo hizo Manio Acilio, quien, además, contrajo nupcias con Plecusa, lo que dio origen al vertiginoso ascenso social de la mujer.

ESCULTURAS

En la villa de la Estación fue encontrada una imagen circular de mármol con el retrato del dueño de la casa, una máscara de la musa de la tragedia y la comedia también en mármol, un amorcillo cabalgando sobre un animal marino que hacía las veces de surtidor de agua, un pequeño Eros dormido y una de las representaciones de Venus más bellas de la península Ibérica. La mayoría de estas esculturas fueron realizadas en mármoles griegos.

En Antikaria (Antequera), la documentación epigráfica constata una profusión de pedestales honoríficos de momentos julio-claudios. En general, se constata en las series de soportes epigráficos antikarienses un mayor empleo de caliza rojiza en sus diferentes variedades.

-Pedestal dedicado al emperador Tiberio de Antikaria, en caliza rojiza. Museo de Antequera.

También se constata el uso arquitectónico de la caliza blanca del Torcal. La calidad de esa caliza blanca del Torcal hace frecuente su uso en esculturas de bulto redondo. En primer lugar, destacamos una pieza que representa a una figura femenina que va vestida con túnica y manto, dispuesto alrededor del cuerpo, de forma que debió cubrir también la cabeza, hoy desaparecida; asimismo le falta por fractura los extremos de los brazos y piernas.

En el Arco de los Gigantes estuvo situado también un togado, de tamaño mayor al natural, del que sólo se han conservado los pies, calzados con los calcei, y la capsa, ejecutado en caliza blanca.

Destaca la colección de esculturas de pequeño formato, en mármol, que decoraban los peristilos de las villas romanas de la Estación y de Caserío Silverio y que se exponen en dos vitrinas del museo de Antequera: dos antefijas que representan una máscara trágica y un actor con máscara, un clípeo con representación de un filósofo, un erote cabalgando sobre delfín con función de surtidor, un eros dormido, Pan, un hipopótamo, dos satirillos, Diana cazadora, y una representación de Venus, el busto de Nero Gemanici (siglo i d. C.), y la conocida como Venus de Antequera (siglo ii d. C.). Ambas piezas proceden de la villa romana de la Estación.

El Efebo de Antequera, según palabras de Antonio García Bellido, el padre de la arqueología clásica en España es “la escultura más bella que ha salido del suelo peninsular”. El bronce cumple con todos los cánones de belleza.

VIARIOS

Durante los momentos del principado augusteo, se procedió a una apertura de nuevas vías y a la mejora de otras ya antiguas. Por ellas se facilitaban a las gentes las relaciones con otros lugares. La reforma de las vías conllevó la realización de una serie muy importante de obras como infraestructura de estos caminos. Varios miliarios sitúan a Antikaria en el eje de un cruce viario excepcional, conectando el litoral malacitano con la capital, Corduba, a través de la vía Domitiana Augusta. Otro camino sería entre Corduba e Hispalis entre los que se establecería otra vía, cuyo centro geográfico del territorio era Antikaria

AGRICULTURA Y GANADERÍA

ACEITE

El aceite que emanaba de las almazaras de Antikaria suponía una importante fuente de alimentación para todo el Imperio.

En sus tierras se concentraba el mayor número de almazaras de la Bética, que producían aceite para una gran cantidad de personas. En la actual comarca de Antequera se han registrado más de medio centenar de almazaras romanas, de las que treinta y seis se localizan en el término municipal de Antikaria.

Grandes extensiones de olivar dominaban el paisaje de Antequera en época romana, así lo detalla un estudio elaborado por el arqueólogo municipal del Ayuntamiento de Antequera, Manuel Romero: «Teniendo en cuenta que el consumo medio anual de un habitante del Imperio Romano era de unos 20 litros de aceite, en la vega antequerana se producía aceite para más de 20.000 personas» nos dice Romero. Así los olivos cultivados en tierras de Antikaria producían una aceituna de una tipología morfológicamente idéntica a la variedad conocida actualmente como “hojiblanca”, según se desprende de diversos análisis realizados en  huesos de aceitunas procedentes de las villas romanas.

Antequera presenta un clima continentalizado, pero no extremo que cumple con los parámetros que necesita el olivo para su correcto crecimiento, entre valores negativos y los 35º. Se adapta bien a los climas secos desarrollando largas raíces, pero no le conviene el hielo ni una excesiva humedad. El Guadalhorce es el elemento vertebrador del territorio y propicia la existencia de importantes acuíferos, imprescindibles para el desarrollo del cultivo del olivar.

La situación geográfica de Antikaria respecto al puerto malacitano facilitaba un rápido y económico transporte del aceite en odres de cuero. Al mismo tiempo que se han localizado, en la bahía malagueña, hornos para la producción de ánforas destinadas a la comercialización del aceite. En el siglo II, con la política oleícola de los Antoninos, estas exportaciones alcanzaron su momento de mayor expansión.   

A nivel de la Bética, el cultivo del olivar parece imponerse a partir de la política colonizadora augustea, un cultivo muy apreciado por los colonos al permitirle vivir en la ciudad así como obtener pingües beneficios empleando pocos cuidados en su mantenimiento.

GANADERÍA

Combinada con la agricultura estaría la ganadería, una actividad importante en la economía hispana en general y de zonas como la depresión antequerana en particular, zona de paso del ganado en busca de los buenos pastos que aquí se daban.

DOMUS Y VILLAS ROMANAS

La domus es la célula básica de la sociedad y el símbolo de prestigio, estatus económico, social y cultural de sus moradores. Es el espacio que sirve además de para pernoctar, para vivir confortablemente, sobre todo en las de cierto nivel. La domus es el lugar donde residen los espíritus de los antepasados y los dioses familiares, y donde se realizan actividades políticas, económicas y sociales.

La villa romana supone una unidad de explotación económica, con base esclavista, evolucionando a lo largo de la historia, pero siempre tendente, al menos teóricamente, a la autarquía, de ahí la diversidad de funciones y actividades complementarias a las agropecuarias propiamente dicha que suelen abarcar (alfares cerámicos, fundiciones, herrerías, cellae olearias y vinarias, etc.). En el caso de las tierras malacitanas, las excelentes posibilidades físicas que ofrece buena parte de las mismas, sumadas a la posición estratégica de las tierras interiores, significativo nexo de comunicaciones bético, favorecieron, sin duda, unas buenas posibilidades agrícolas y viarias, visibles ya desde mucho antes de la ocupación romana.

En la comarca de Antequera se han podido identificar 147 villae identificadas en el término municipal. La importancia que adquiere la implantación de las villae en la depresión de Antequera resulta sorprendente, aunque sólo sea en términos cuantitativos.

Próxima a Antikaria y con una función agrícola y ganadera se sitúan algunas de las villae suburbanas que conocemos de Antikaria: “Carnicería de los Moros”, “Huerta del Ciprés”, “ La Quinta” y “La Estación”, todas ellas a una distancia media de 1,5 km de la presunta localización del foro de la ciudad.

Por último, englobadas dentro de las actuaciones de carácter urbano, otra serie de yacimientos relacionados con las producciones oleícolas que se sitúan en el entorno anticariensis como los hallazgos de “Callejón Piscinas”, “El Pósito” y “La Quinta”.

EXTRACCIÓN DE MINERALES

Las sierras calizas que se localizan al sur de la Depresión de Antequera presentan dos variedades pétreas, empleadas profusamente desde la Antigüedad. Son las calizas rojizas y las micríticas blancas, que se encuentran en todas estas sierras (la de Cañete, Torcal…) por lo que los puntos de extracción se encontrarán dispersos por todo este ámbito. Son canteras de calizas de bellas coloraciones rojizas.

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Refencias:

Historia de Andalucía Juan A. Lacomba

Antequera Jesús Romero Benítez

Antequera historia viva Antonio Pareja

Breve historia de Antequera Manuel Morales Romero

Inscripciones romanas imperiales atribuidas a Antikaria Rafael Atencia Paez

Colección arqueológica del museo de Antequera Manuel Romero Pérez

Organización del campo malacitano durante la época romana Pilar Corrales Aguilar

Villa romana de Cortijo Robledo Isabel Rodríguez Roldán

El mundo funerario de la Málaga romana Desiderio Vaquerizo Gil

Producción oleícola durante la antigüedad en la depresión de Antequera Manuel Romero Pérez

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