LOS VIKINGOS: DEL PILLAJE A LA CONQUISTA DE INGLATERRA

Durante 250 años, los vikingos fueron protagonistas de la historia de Inglaterra: primero como saqueadores de ciudades, más tarde como jefes guerreros que lucharon contra reyes sajones por el dominio de la isla y finalmente como reyes de los ingleses.

Veamos un resumen de cómo se llevó a cabo este proceso.

INGLATERRA ANTES DE LOS VIKINGOS

A finales del siglo VIII, mientras Carlomagno creaba un inmenso imperio en el continente europeo, Inglaterra se hallaba dividida en siete reinos surgidos de sajones, anglos y jutos, los pueblos que habían invadido Gran Bretaña cuando declinaba el Imperio romano (podéis encontrar información en mi artículo LOS VIKINGOS VISTOS POR LOS ROMANOS) , que pasaban la mayor parte del tiempo combatiendo entre sí, pues cada rey procuraban afirmar su supremacía entre sus vecinos. Los tres reinos más importantes: Wessex, Mercia y Northumbria, dominaban a los otros cuatro: Anglia Orienta, Essex, Sussex y el Kent de los jutos.

LOS VIKINGOS DEVASTAN IMPUNEMENTE INGLATERRA

Durante la segunda mitad del siglo IX, Inglaterra fue el blanco de ataques cada vez más numerosos. Hasta el año 871, los vikingos causaron verdaderos estragos en Northumbria, Mercia y Anglia Oriental, sin tropezar con una resistencia seria. (podéis encontrar más información en mi artículo LOS VIKINGOS INSTALADOS CASI PARA LA ETERNIDAD)

-Año 850 Una flota de trescientos cincuenta navíos, procedentes del continente, atacó Inglaterra. Los vikingos, dirigidos por un jefe llamado Rorik, desembarcaron en la isla de Thanet, en el estuario del Támesis, y se instalaron en ella.

-Año 851, en primavera, se dirigieron a Canterbury, Londres y Sussex, donde se dedicaron al saqueo. Después de haber sido derrotados por Ethelwulf, rey de Wessex, regresaron al estuario del Támesis para pasar el invierno.

-Año 860, tres hijos del famoso jefe vikingo Ragnar Lodbrok, Ivar el Deshuesado, Halfdan y Ubbe, lanzaron un nuevo ataque de gran envergadura contra Inglaterra.

-Año 865, Ivar desembarcó en la costa de Anglia Oriental en 865. Pasó los meses de invierno procurándose los caballos que necesitaba para efectuar operaciones en el interior del país.

-En la primavera del año 866, pasó al ataque, comenzando por apoderarse de Londres, y más tarde, el 1 de noviembre, de la ciudad de York.

– En 867, fueron invadidas Mercia y toda la parte este de Inglaterra

RESISTENCIA HERÓICA DEL REY ALFREDO

En el momento en que la casi totalidad de las islas se hallaban controladas por los vikingos, los sajones occidentales eligieron a Alfredo como nuevo rey destinado a convertirse en uno de los monarcas más grandes de la historia de Inglaterra, que mil años después le valdría la admiración de Voltaire: «No creo que haya habido nunca en el mundo un hombre más digno de respeto de la posteridad que Alfredo el Grande».

El nuevo soberano había empezado a destacar en 868, cuando tenía dieciocho años y combatía a los vikingos en Merci, junto a su hermano. Nada parecía indicar que este joven de constitución débil, más atraído por los estudios que por las armas, se convertiría en el primer monarca de Occidente que consiguió poner un dique ante la marea vikinga, gracias a su valor, tenacidad e imaginación.

Cuando los vikingos reanudaron sus ataques contra Wessex, Alfredo tuvo que enfrentarse inmediatamente al problema de la supervivencia  de su reino. Tenía experiencia en la lucha contra los vikingos, pero no sintiéndose preparado para combatirles, empezó por pagarles para que se fueran.

A mediados del invierno del año 878, los vikingos efectuaron un ataque sorpresa contra Wessex. Sabían que en este período del año no tropezarían con ninguna resistencia, ya que, según la costumbre de la época, el ejército de los sajones occidentales sólo era operativo entre los meses de mayo y octubre.

No les costó gran esfuerzo ocupar el país. Expulsaron a una parte de la población, y todos los que se quedaron tuvieron que someterse a su autoridad. Sorprendido por el ataque, mientras celebraba la Navidad en compañía de su corte, Alfredo consiguió emprender la huida, y fue a refugiarse en un lugar inaccesible, en medio de los pantanos de Somerset, con un pequeño grupo de fieles seguidores. Hizo construir un campamento fortificado en la isla de Athelney y pasó en él seis semanas, durante las cuales organizó a su alrededor un núcleo de resistencia, destinado a efectuar operaciones de acoso. Más tarde, ese pequeño grupo de combatientes se convirtió en un verdadero ejército, capaz de luchar con eficacia contra los vikingos.

Cuando se sintió preparado, Alfredo pasó a la acción. Después de dos días de lucha, consiguió desbaratar el ejército vikingo. Dicho éxito fue muy importante para los soberanos anglosajones, pero también para todos los de Europa occidental, ya que demostró por primera vez que los vikingos no eran invencibles.

Alfredo explotó la situación, persiguiendo a los vikingos hasta su campamento atrincherado, al que puso sitio. Al cabo de dos semanas, viéndose en situación de inferioridad, los vikingos, consintieron en negociar. Entregaron rehenes, prometieron abandonar Wessex y aceptaron convertirse al cristianismo. Por su parte, Alfredo se mostró generoso y permitió que el ejército vikingo invernase en el lugar.

Alfredo actuó como padrino en el bautismo de Guthrum. El padrino le ofreció hospitalidad durante un año, le colmó de regalos y depositó toda su confianza en él y le trató afectuosamente.

El tratado de Wedmore, firmado en 878, dividió Inglaterra en dos. El arreglo resultó ventajoso para ambas partes. Se reconoció a los vikingos el derecho a aplicar sus leyes y costumbres en el norte y el este de la isla, en el interior de un verdadero reino al que se le dio el nombre de Danelaw. Alfredo, cuyo reino englobaba parte de Mercia, además de Wessex, vio su autoridad moral reforzada entre sus compatriotas que apreciaban su valor y habilidad.

Pero Alfredo no fue para nada confiado y por eso, mandó reparar las antiguas fortificaciones e hizo levantar murallas. A fin de disponer de fuerza permanente, capaz de resistir en todo momento los ataques de los vikingos, instituyó un turno de servicio obligatorio entre los hombres que combatieron a su lado. Mientras que la mitad de ellos permanecieron enrolados, dispuestos a intervenir, la otra mitad, de regreso a sus hogares, podían dedicarse libremente a sus actividades agrícolas. 

LUCHAS CONSTANTES

Se sucedieron años de saqueos y de pactos, y los descendientes de Alfredo tuvieron que elegir entre la diplomacia o la guerra.

Al rey Alfredo le sucedió su hijo Eduardo I. Con ayuda de su hermana Etelflaed, atacó a los vikingos establecidos en Danelaw, forzándoles a retirarse hacia el norte.

En el 925, a la muerte de Eduardo, subió al trono su hijo Athelstan. Su autoridad se extendió a la parte norte de Inglaterra y al sur de Escocia. Continuando la lucha de sus antecesores contra los vikingos, se apoderó de Northumbria en 927.

En 937 en la landa de Wina, consiguió su victoria contra los vikingos de Irlanda que, aliados con los soberanos se Strathclyde y Escocia, preparaban una nueva invasión de Inglaterra. Este éxito le valió la consideración de los vikingos. El rey Harald de la Bella Cabellera le envió una embajada a York, la cual entregó a Athelstan el mejor regalo que podía ofrecer un vikingo; un espléndido navío con una vela púrpura y una fila de escudos dorados fijados en cada una de las bordas.

Fue tal la resonancia de su triunfo sobre los hombres del norte que los reinos continentales lo tuvieron como ejemplo a la hora de contener el empuje vikingo en sus tierras.

Entre 930 y 946, la sucesión de Athelstan fue asegurada por su hermano Edmundo, que tuvo graves problemas con los vikingos de Dublín. Eadred, tercer hijo de Eduardo, logró expulsar en 954 a Erik Hacha Sangrienta, de su reino.

Los hijos de Edmundo, se ocuparon durante su reinado de conciliar entre los ingleses y los vikingos.

LA CONQUISTA DE INGLATERRA.

En 978, le tocó subir al trono a Ethelred II, llamado el Indeciso. Tras un período de calma, los vikingos atacaron una vez más Inglaterra.

De 980 a 982, se reanudaron los ataques tanto en la costa oeste como en la costa sur, haciéndose particularmente intensos entre los años 988 y 1000.

En 991, el jefe vikingo Olaw Tryggvasson remontó el Támesis con una flota de ochenta y tres navíos. Obtuvo una primera victoria en Maldon. Ethelred comenzó a pagar el danegeld (impuesto danés aplicado para el pago de tributo a los expedicionarios vikingos para evitar el saqueo y piratería en tierras de influencia).

A partir de 991, con la esperanza de alejar «el gran terror que extiende sobre las costas». Olav Tryggvasson regresó definitivamente a Noruega en el verano de 994, después de ser bautizado. Le reemplazó el mismo años otro jefe vikingo, Sven Barba Hendida, quien dirigió una nueva serie de sangrientos ataques contra Inglaterra hasta el año 1014

Svend rey de Dinamarca desembarcó en 1013 en Sándwich e invadió Inglaterra. Esta vez ya no se trataba de operaciones de pillaje, sino de una verdadera conquista. Ethelred tuvo que buscar refugio en Normandía. Svend murió el 3 de febrero en 1014, a consecuencia de la caída de un caballo. 

UN VIKINGO A LA DERECHA DEL EMPERADOR

Al Morir, Svend Barba Hendida dejó tras él un hijo de diecinueve años, Canuto. Los ingleses, encontrándole demasiado inexperto para confiarle el trono de un reino todavía frágil, hicieron volver a Etherlred de Normandía. Canuto, firmemente decidido a suceder a su padre, comprendió que tendría que apoderarse por la fuerza de la herencia que le negaban a reconocerle. Marchó a Dinamarca y volvió a finales del verano de 1015 con un ejército dispuesto a defender su causa.

A su vuelta, tuvo que enfrentarse con otro pretendiente, Edmundo Costilla de Hierro, nacido de la unión de Ethelred II con Aelfgifu. Canuto ganó varias batallas contra  Edmundo, pero ninguno de los rivales logró obtener el apoyo unánime de los ingleses. Edmundo se vio obligado a negociar, y acabaron por dividir el reino entro ellos. Canuto, el más fuerte, se otorgó la mayor parte del país, sin olvidar Londres, y Edmundo tuvo que contentarse con Wessex y el oeste. La muerte de Ethelred en 1016, seguida por la de su hijo Edmundo un año más tarde, puso fin a la división y permitió a Canuto convertirse en el primer rey de una Inglaterra unificada, sobre la que reinó como dueño absoluto durante diecinueve años.

Demostró que era posible ser a la vez vikingo y un buen soberano. Empezó por imponer respeto a sus súbditos, haciéndose temer, y tomó la precaución de eliminar físicamente o de mandar a exilio a aquellos que podrían ponerse en su contra. La prudencia y la habilidad, de que dio pruebas, le conquistaron la estima popular. Secundado por Emma, viuda de Ethelred y ahora su esposa, trató de manera igualitaria a sus súbditos escandinavos y anglosajones, y se preocupó de que reinara la justicia y la paz en su reino.

Su primera esposa, Aelfgifu de Northampton, calificada de esposa temporal, fue devuelta a Dinamarca, cuyo trono compartió con él. Tras haber obtenido de los ingleses ochenta y dos mil quinientas libras de plata, el danegeld más importante pagado hasta entonces, Canuto lo repartió entre sus guerreros y en 1018 los devolvió a sus hogares en Escandinavia. Para mantener el orden en su reino, creó una fuerza armada, muy disciplinada, de tres mil hombres. Naturalmente, mientras él reinó, no se toleraron las incursiones vikingas contra Inglaterra.

Logró el sostén de la Iglesia y del pueblo al respetar la religión y las costumbres. Gracias a la asombrosa capacidad de los vikingos para adaptarse al comportamiento de sus contemporáneos, Canuto se convirtió en pocos años en el soberano al que todos apreciaban. Así se vio en 1027, durante el viaje que efectuó a Roma, donde le acogieron con todos los honores.

En 1028, después de haber expulsado al rey Olav Haradsson, extendió su dominio a Noruega. Desde entonces, reinando sobre un inmenso imperio, Canuto el Grande llegó a ser la segunda personalidad de Europa occidental después del emperador. El Día en que Conrado II recibió la corona imperial, fue él quien ocupó el lugar de honor a la salida de la iglesia, a la derecha del nuevo emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico.

Canuto murió en 1035, y fue enterrado en Winchester. La sucesión de un soberano tan importante no dejó de suscitar la codicia. Aelfgifu, la primera esposa, reivindicaba el trono para su hijo Harold, mientras que Emma, la segunda, lo reclamaba para su hijo Harthaccnut, ambos hijos de Canuto. Aelfigu contaba con el apoyo del conde Leofric de Mercia; Emma, con el conde Godwin de Wessex. Apareció un tercer pretendiente, en la persona de Alfredo, el hijo que Emma había tenido de su primer matrimonio con Ethelred.

La situación pareció aclarase con el asesinato de Alfredo y la muerte natural de Harold en 1040, Sin embargo, no sucedió así ya que Harthacnut, enfrentado con el rey Magnus de Noruega desde la muerte de su padre, había firmado con él un acuerdo que dio como resultado la entrada en liza de un nuevo pretendiente. Habían decidido que, si uno de ellos moría sin heredero, el otro le sucedería. Magnus fue el primero en desaparecer, dejando la sucesión del trono de Noruega a un heredero particularmente temible, Harald Hardradi, que se apresuró a platear sus pretensiones sobre la totalidad de la herencia de Canuto el Grande, comprendida Inglaterra.

Harthacnut, que se daba a sí mismo el título del rey de los ingleses, marchó a Inglaterra con la intención, según se cree, de designar un heredero. No lo sabremos jamás, ya que murió súbitamente en 1042, en el momento en que alzaba su vaso durante un banquete. A su muerte, la corona del reino unificado de Inglaterra recayó, de 1042 a 1066, en Eduardo el Confesor, otro hijo nacido del primer matrimonio de Emma con Ethelred. El conde Godwin, deseoso de asegurar para su descendencia los derechos sobre la corona de Inglaterra, le casó en 1045 con su hija Edith. Eduardo consiguió mantener la unidad entre los escandinavos y los vikingos asentados en Inglaterra gracias a sus lazos familiares y, sobre todo, gracias a la amenaza de un ataque contra la isla por parte de Harald Hardradi, siempre deseoso de apoderarse del trono.

Referencias:

Los vikingos Pierre Bartheélemy

Las invasiones vikingas ..Iván Curto Adrados

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